miércoles, 29 de julio de 2015

@Micro 32, "Consejo"

Traía conmigo cien mil pesos en efectivo. La gabardina de color piel cubría muy bien el maletín, además de la lluvia que caía copiosamente por la calle. Alejándome del auto, salté entre los charcos para aproximarme al edificio. Le di la vuelta y, como me dijeron, dí cinco fuertes golpes a la puerta trasera. La rejilla se abrió emitiendo un chirrido casi imperceptible y una ojos al otro lado me preguntaban: "¿En el nombre de quién?", a lo que le respondí, "Cien mil pesos".

La puerta se abrió y un intrigante aroma a drogas y tabaco me inundó. El tipo que abrió ya no estaba, mientras me adentraba en la espesa nube tóxica que inundaba el lugar. De todas las puertas que allí habían, debía seguir "la última al fondo" como me lo explicó mi informante. Nuevamente, otra rejilla se presentaba, en donde una vez mas tuve que repetir la contraseña, "Cien mil pesos".
Otro ambiente había aquí. Incienso, velas y... un pentagrama... con una... cabeza de oveja... en el centro... "Ok", fue lo único que pensé mientras intentaba ignorar aquello. Al fondo de la sala, estaba el confesionario, donde me esperaba mi informante. Me acerqué hacia él y le dije: "¿Cien mil grandes, cierto?". Sin responderme, tomó el maletín por debajo.

- ¿Qué buscas hijo mío?.
- Un consejo padre. Digamos que... estoy en un aprieto mas ilegal de lo usual esta vez.
- Nunca me sorprendes hijo... nunca. Cuéntame.
- Tiene trece años padre, trece. Ella es muy bonita y no actúa como si tuviera esa edad, es simplemente...
- Tenis' que puro violarla.- sentenció el padre, quién de inmediato se esfumó en un ascensor oculto hacia el otro piso, quizá, a atender otra consulta. "Gracias padre", le dije a la nada mientras secaba las lágrimas de mis ojos. El padre siempre me emocionaba con sus palabras.

martes, 28 de julio de 2015

@Micro 31, "La humillación de David"

Estaba preparado. Ya lo había postergado demasiado y no pretendía seguir aguantando más. David lo había hecho todo. Compró un perfume barato, se lavó partes que ni conocía, cepilló sus dientes tres veces y salió como un majestuoso adonis desde el baño de su casa. Compró uno de esos sushis caros, una cajita de 50, junto con una película romántica que había descargado por torrent el mismo día en la mejor calidad posible. Acomodó los sillones de su casa y comenzó la espera.
Josefa conoció a David en una noche de locura en el pub céntrico de la ciudad. Intercambiaron miradas y comenzaron a hablar. Ya se habían juntado varias veces a fumar, conversar y beber cerveza, pero hoy era distinto. Esto ocurriría sí o sí.

Ella pareció sorprendida ante la caja de sushi que ingirieron juntos mientras la película avanzaba. Josefa se recostaba en el regazo de David quién tenía sus neurotransmisores corriendo para todos lados, llenos de ganas por querer probar la saliva de Josefa con un profundo beso. Sin meditarlo, David no lo dudó y acerco sus labios a los de Josefa, quién con un empujón lo separó de ella, diciéndole: "David, ¿¡Qué chucha!?", el cuál la miró pasmado sin articular palabra. "Puta David, hüeón ¿Para qué haces esto? ¿¡No ves que nuestra amistad se va a la chucha!? ¡Si a mi me gustan las minas, hüeón!". La película ya había terminado y junto con ella, la amistad de David y Josefa. Todas las señales que creyó haber visto las malinterpretó, recibiendo únicamente un amigable "friendzonecombobreaker".
Pasaron varios meses sin que David supiera de Josefa. Ni sms, inbox o whatsapp; no hablaron más. Pero David si vio a Josefa una última vez, en la plaza, dando rienda suelta a su amor con otro hombre. Ese día, volvió a su casa derrotado; una vez dentro del baño, de donde se había sentido tan triunfal, se observó al espejo. Sus senos caídos, su pelo largo enmarañado y unas profundas ojeras le colgaban bajo los párpados."Me gustaba mucho que me dijeran David", pensó mientras se sentaba sobre la taza del baño a orinar. Josefa estaba demacrada, las inyecciones le provocaban diversas alucinaciones y junto estas, una pérdida de su yo y el tiempo. Josefa siempre fue David, su eterno amor. Ella también era mujer, pero lo que vio en su plaza no era David, era ella. "David jamás existió", pensaba mientras, en su patio, a 20 metros de profundidad, un cuerpo que alguna vez fue de un hombre, se pudría gracias a los gusanos.

domingo, 26 de julio de 2015

@Mentiras en el trabajo 3, "¡No todos los días puede ser navidad!"

Al momento de desearle un buen día y que le fuera bien, escucho una voz a mis espaldas. "¿Me estai' hüeando?", me increpaba el cliente. "¿Qué?", le respondí sin entender muy bien porqué había reaccionado así. "¿Estai' siendo irónico cierto? ¿Porque no te dí propina cierto? Ten cuidado, hüeón". Riéndome para mis adentros, lo ignoré empacando los productos del siguiente cliente. Alejándose, el sujeto se va sentenciando, "No todos los días puede ser navidad po' hüeón".
Fue en este instante en que un reconocido trabajador del local, quién siempre estaba coqueteando infructuosamente con cualquier mujer del lugar, hizo lo impensable. Detuvo al cliente navideño diciéndole de porqué me trataba así. Este comenzó a insultarlo y amenazar, a tal punto de que el trabajador que me defendía no atinó a hacer otra cosa para detener la trifulca que comenzar a besarlo. Así es, comenzaron a besarse en un profundo toqueteo en pleno pasillo del supermercado, mientras tanto trabajadores como clientes observaban sin saber muy bien que hacer.
Para cuando se disponían a consumar el acto sexual, una sonora patada aterrizó en la espalda desnuda del desequilibrado cliente, quién ya estaba dispuesto a ponerse en cuatro patas. Había sido "La tía", como le decíamos de cariño, quién con una notoria rabia en su cara, les grita: "¡Sin condón no!, ¿¡Entendieron la hüeá!?".
Mas tarde, ese mismo día, una nueva pareja nació producto del poder del látex. Como dice esa canción, el amor está en el aire.

domingo, 19 de julio de 2015

@Sueño 1 "Cárcel"

Lunes 26/03/12

Muchos de distintas edades en el mismo complejo; lúgubre, tétrico, oscuro y sin color, salvo el de los tonos de pieles de las personas que allí estaban, casi asinadas. Una especie de cárcel, oscura, solitaria. Eramos reos, sin mas que sobrevivir.
Uno de los jóvenes me llamaba la atención, me miraba o nuestras miradas chocaban. El sujeto al parecer me molestaba, pero él no era un sujeto cualquiera, tenia poderes extraños, casi tanto como su mirada. No sabia quién era, pero me molestaba que me viera. Al parecer, en algún punto del sueño, yo buscaba su amistad. Él era respetado, buscaba respeto y lo tenia. Yo quería hacerme su amigo, y derrotarlo.
En una de esas tantas burlas fue cuando sacó una pistola y me apuntó, pensé que solo bromeaba, pero cuando me escondí solo porsiacaso, disparó, matando al joven que había usado de "escudo" sin querer. Y así me fui escabulliendo, mientras seguía disparando y matando a quién me estaba "cubriendo", pero en realidad yo solo arrancaba. Creí que estaba fallando a propósito; al parecer me estaba poniendo a prueba. Nadie hacia nada, a nadie le llamaba la atención lo que hacía. Maldito bastardo.
Si lo veo otra vez le ganaré y lo mataré yo mismo.
El complejo era sombrío, por las ventanas se veía una llanura plana con un verde pálido y, a lo lejos, el mar, la salida. Había que huir y salvarlos de la demencia y la soledad a todos.

sábado, 18 de julio de 2015

@Mentiras en el trabajo 2, "El demonio de los cabellos blancos", Parte 1

Me acercaba al trabajo cuando observo un auto estacionarse en el asiento para personas discapacitadas. Me pregunté si era posible que descendiera alguien sin ninguna discapacidad desde allí... y así fue. El demonio se estacionó, descendió y bloqueó las puertas de su automóvil con su llave. Me quedé mirando un buen rato mientras se dirigía hacia el interior del supermercado, con su clásica mirada de "no me fastidien/me quiero ir rápido de aquí".
Procedí a cambiarme de ropa para entrar. Por aquel entonces era verano, por lo que dentro del local el calor era horripilante. Para mi suerte, me tocó empacarle justo al demonio. Le dí los típicos saludos de "Buenas tardes", pero tan solo me ignoró.
El demonio, ya casi terminando de imprimirse la boleta, comenzó a reclamar. Me reí irónicamente para mis adentros, pensando "ya... me voy mejor". Mi sorpresa fue mayúscula al escuchar una voz en mi cabeza que decía, "No te irás pequeña mierda, o sino te apuñalaré los cocos". La voz era inconfundible, era el demonio del cabello blanco quién me amenazaba telepáticamente. Me quedé paralizado esperando que le arreglaran su insignificante problema sin volver a la fila; tenia miedo de que fuese a destruirme de alguna forma, mas que mal, era una demonio... un demonio hijo de puta.

Cuando se dispuso a irse con su bolsa de pan, coloca 100 pesos sobre la mesa y dice, "Me recarga 100 pesos a movistar, porfavor". Tan solo pude mirarlo... y mirarlo... y aun así, mientras me seguía amenazando mentalmente con que me apuñalaría mis testículos. Me retiré hacia la fila, ignorando el hecho de que estuve a centímetros de golpear en la cara al mítico demonio tacaño de los cabellos blancos.
Una vez que lo perdí de vista pude pensar en vengarme y cómo la próxima vez esto no vuelva a ocurrir.

miércoles, 15 de julio de 2015

@Mentiras en el trabajo, 1 "Pequeño auto"

Estaba de lo mas bien observando aquel pequeño automóvil. Si, ese auto de juguete en idioma asiático, donde le depositas 100 pesos y puedes jugar en él un par de minutos o, dejar que tu hijo deje de fastidiar un rato.
El niño en cuestión se veía muy feliz haciendo girar ese manubrio y tocando la bocina de plástico, mientras su madre lo observaba con impaciencia, quién parecía querer irse luego.
Me tocaba ir a empacar, cuando la señora dio un grito. Al auto le salieron puertas y techo, encerrando al niño dentro de él. Se despegó del suelo, elevándose por sobre el supermercado atravesando el techo. Todos estaban boquiabiertos al observar los intentos desesperados de la madre por que la ayudaran. En este pedestal de rocas y tierra que se alzaba de la nada, el auto se hizo mas pequeño hasta perderlo de vista en el cielo azul.
La señora salió corriendo gritando y llamando a alguien que pudiera ayudarla, mientras en el supermercado todo era felicidad. El personal vitoreaba esta buena nueva, el maldito auto había desaparecido junto con su música de tortura.

martes, 14 de julio de 2015

@Micro 30, "El legado de Poseidón"

Me levanté de entre los escombros. Sentí de inmediato la helada brisa que corría a través de aquel agujero en la pared. Parecía como si hubiesen lanzado un misil justo en la ala izquierda de la cárcel. Trozos de cemento de diversos tamaños estaban esparcidos por todo el pasillo. Uno de los fierros que sobresalían del concreto me había arañado el antebrazo, dejando la carne expuesta. Las manchas de sangre seca y polvo daban cuenta que estaba allí hace horas.
Cuando comienzo a fijar la mirada hacia el cráter, me doy cuenta de la revuelta que yacía en el patio, o como le llamábamos "El recreo". Ningún guardia estaba de pie, sino que todos amordazados contra las rejas de las multicanchas, mientras que la puerta principal estaba abierta y todos corrían con estoques y armas hechizas hacia la libertad.
El brazo me ardía, pero no fue impedimento para caminar cojeando hacia la dificultosa bajada, en dirección al recreo. Evitando caer, mi descenso fue lento y trabajoso. Sin duda algunos reos habían muerto, así como también el personal de la cárcel. Papeles sobrevolaban por todo el aire, los cuales deben haber provenido justamente del piso superior de la ala izquierda. Allí estaban los expedientes, las sanciones, las condenas... "Adiós cadena perpétua", pensé mientras llegaba al final del camino.

Los guardias me insultaban, se retorcían y sus pies lanzaban intentos de patadas contra mí. Dentro de ellos estaba Edison, el que me golpeaba siempre que creía que andaba en algo extraño. Le asesté un preciso escupitajo en la cara junto con una patada en sus testículos. Le dí una pequeña sonrisa y seguí. En la cárcel ya no quedaba nadie, salvo aquellos que aún estaban robando o buscando a sus compañeros.
Cuando llegué a la entrada, el aire me acariciaba. Era puro, sin sudor, sin lágrimas, sin rabia o pena. Era aire, aire de libertad. Los 30 años dentro de esta pocilga se veían distantes ahora que le daba una última mirada al martirio. Llegue a la punta del acantilado, en donde el mar chocaba furioso contra las rocas. Cubriéndome del sol con mi mano, pude enfocar la mirada hacia las turbulentas aguas, donde veía a los reos nadar hacia el país que los trajo a la cárcel... ese delgado y largo país.
Fue allí cuando el mar se alzó. De la nada, las nubes negras aparecieron y mis compañeros se esfumaron. La tormenta era ensordecedora y la marea muy fuerte. Decidido, tomé un impulso necesario dispuesto a saltar. Nada ni nadie me impediría hacerlo. Excepto él.
Un majestuoso ser se levantó desde el agua. Su cetro era mucho mas alto que toda la cárcel y sus ojos se asomaban dentro de aquella cara llena de espeso pelo blanco. Su cuerpo lleno de musculatura cambiaba de color, sus tonos variaban de azul a verde y ni los rayos o la marea parecía afectarle. Caí al suelo sobre mi trasero y mi mente solo se quedaba en blanco observando aquel espectáculo.
"Estoy muriendo", me dijo la bestia con una voz raspada pero que se podía escuchar en todo el lugar. "Tu serás uno de muchos que protegerán el mar y sus aguas... mi discernimiento no es el correcto hace mucho, por lo que espero no equivocarme... ¿Estás dispuesto a cuidar mi legado?", me preguntó el ser, mientras la cárcel se derrumbaba poco a poco. Tan solo le asentí temerosamente cuando sus ojos brillaron con un fulgor inexplicable, para luego solo ver oscuridad.

Cuando pude abrir mis ojos, me encontraba sentado en una oficina. No tenía frío, no me dolía el antebrazo y la cárcel era un vago recuerdo. Había un pequeño aviso en la puerta que decía "Gerente", lo que me pareció mas extraño aún. Me levanto de la cómoda silla y observo por la ventana. En el innecesario pasto que crecía a la entrada del lugar, estaba incrustado como un tótem un cartel que decía: "Aguas del valle, Gerencia Regional". Sonreí y me volví a sentar en mi nueva oficina.

lunes, 13 de julio de 2015

@Micro 29, "Calambre"

Y ahí se encontraban. Revolcándose en una profunda amalgama de sudor y quejidos. Cambiaban de poses, se daban palmasos, se introducían objetos; se sentían felices.
Llegado el momento del clímax, Ana explota en gritos. Karina la miraba asustada, sin saber que hacer mientras ella se retorcía de dolor apretando su pierna derecha con lágrimas en sus ojos.
- ¡Ah! ¡Conchadetumadre!... ¡Mi pierna, hüeona! gritaba Ana con sus ojos apretados, aún llorando de dolor.
- ¡Te dije que comieras plátano Ana! ¡Por la chucha! ¡Ya, vengo altiro!Karina fue corriendo a buscar el preciado potasio, en dirección a la casa de su pololo. Vivía en la casa del frente.

lunes, 6 de julio de 2015

@Micro 28, "El último trabajo" *

El frío invadía a Joaquín, quién se había quedado dormido bajo una palmera en el medio de la calle. Ni los veloces autos que pasaban al lado de él lo despertaron, sino que fue su horrible alarma que obligaba a apagarla (Rebeca Black - Friday). Era viernes y debía entregar el último trabajo de su vida universitaria. Se incorporó y se sentó en el mojado pasto, sobre su mochila. Sacó el notebook y comenzó a escribir.
"Introducción...", el cursor parpadeaba pero no se le ocurría nada productivo, sino que su mente estaba divagando en los recuerdos del día anterior. "Aaah... ¡Por eso estoy acá!", dijo en voz alta recordando aquél ácido de dudosa procedencia que le dieron. Lo que pensó mientras levantaba su lengua lo tenía grabado aún: "Esto es una mala idea".
Horas mas tarde, Joaquín entregaba triunfalmente su trabajo. Lo había conseguido y ya no era mas parte del sistema universitario. Por otro lado, su profesor del ramo estaba enojadísimo; siguió a Joaquín toda la noche para drogarlo, con la intención de que repitiera el ramo... No quería perder al "Juaco", como le decía en silencio... Como le decía bajo sus sábanas después de hacerle clases.

domingo, 5 de julio de 2015

@Micro 27, "Aquí si"

Ya era tarde y estaba cansada, lo único que deseaba Loreto era ir a su casa.

El frío aumentaba y necesitaba irme de inmediato, por lo que h
ice dedo al primer taxi que pasó. Una vez dentro, el agotamiento hizo que cayera en un profundo sueño momentáneo. Me desperté sobresaltada al notar que no estábamos donde le había indicado al chofér, sino que mucho mas allá, cerca de un peladero.
- Oiga, espere –dije mirando alrededor. Las luces de la carretera estaban a nuestras espaldas. ¿¡Donde estamos?! lancé un gritó ahogado mientras intentaba quitarme el cinturón de seguridad. ¡Oye, conchadetumadre! sus manos sudadas me tomaron de los hombros, mientras que yo forcejeaba a punta de patadas y manotazos.
- Aquí si –contesta el viejo sin perder de vista mi entrepierna. No pude evitar recordar las clases de defensa personal, esas que tuve hace meses y dejé de ir, recordando la última lección que me dio el instructor, "Haz lo inesperado". Asi que me calmé y eso hice, lo inesperado: comencé a desnudarme.
Veía como al tipo se le deformaba la cara de placer, para luego lanzar una frase para descolocarlo aún más.- Porque no me chupai' el pico así tal cual le decía, sin dejar de apuntar bajo mi falda.Te pago doscientas cien lucas las que tu querai' te pago.
Su sonrisa de placer se convirtió en confusión, luego en horror y dudas mientras me preguntaba si era hombre o no. Fue en este momento donde estrujé su miembro viril en mis manos, aullando de dolor como un maldito lobo solitario. Le arranqué todo el aparato de raíz, como si desprendiera un trozo de masa recién hecha, y se los metí por la garganta. "Ahógate en tu mierda", le sentencié.


Loreto se cubrió con una chaqueta antes de bajar del taxi, dejando el auto en primera marcha para que avanzara lo suficiente, hasta caer al fondo del precipicio.
Ya era tarde y estaba cansada, lo único que deseaba Loreto era ir a su casa.